(Foto Pablo Arlati) |
Marcela, profesora de Inglés, nos escribe.
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La casona ubicada en la calle Las
Piedras al 500, recibe a sus convocados. En el zaguán, una fila de personas abona su entrada. Algunos saludan como si me conocieran. Les respondo
con una sonrisa sin titubear porque los amantes de la música somos así: nos
conocemos y confluimos en algún espectáculo. El
ambiente es bohemio; un teléfono
de vaquelita negro antiguo de pared, es testigo ocular de este transitar. Una
máquina de escribir Continental flanquea
a una señora que prefirió, esperar sentada
en un sillón, a que la función comience.
Edades variadas en rostros diversos
convergen en un mismo lugar, citados por un idéntico placer: “la musique française”, que con su
encanto demostrará su arte de entrelazar voces y acordes.
“Chansons d’amour” ofrece una
vuelta a las canciones francesas: eternas como los sentimientos: inmortales.
Más precisamente, los hits de las década
del 60 y del 70. Esos singles que tiñeron días enteros, noches y atardeceres
con melodías sublimes sustentadas por
textos poéticos. Sentimientos de pérdida, de amores, cantos a la vida, reclamos
al mundo, reflexiones ante la impotencia o el devenir. Cantautores e
intérpretes que supieron esculpir de por
vida, sentimientos inherentes al alma humana.
“Quatorze” ofrece una
propuesta relatada por cuatro
personajes: el que sueña, el del arma, el de la nave y ella. Todos
sobre un escenario iluminado, según la atmósfera, prometen de manera inusual,
un viaje hacia emociones y recuerdos. La voz masculina (Dany Aráoz Tapia) junto a la
femenina (Silvina De Faveri) van a conformar un dúo vocal con temas que le
harán cerrar los ojos y evocar o por qué
no decirlo, volar con el texto de las canciones
que aparecen en pantalla a
disposición del público. Acuda dispuesto
a agudizar sus oídos ante los acordes
del guitarrista (Carlos Podazza) y las manos
del tecladista (Ernesto Klass) y, tal
vez pueda definir
qué es la música para usted.
Lo
esperan, le aseguro, saludos, risas, charlas y rostros afables. Mesitas cuadradas de madera. Un trago de su
preferencia, iluminación acorde, gentileza en el personal, coordinación, buena
acústica y buena dosis de emoción.
- Disculpe, ¿me da permiso? Ah, qué ambiente cómodo, ¿no?
¿Pedimos
algo? ¡Sí, sí! –
Regálese una noche diferente.
Puede que se sorprenda usted mismo y
llegue a la misma conclusión que el filósofo alemán sostuvo en su vida:
“La vie sans musique serait une
erreur” – (“La vida sin la música sería
un error”) Friedrich Nietzsche
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Marcela Ricci, agosto 2015